Buscar este blog

martes, 10 de mayo de 2011

¿EL TAMAÑO IMPORTA?

   A veces se te mete en el ojo como una pestaña y con un tibio soplo se va como ha venido; otras aparece como un dedo en el ojo y las menos como un puñetazo que se te quita a los días con un buen bistec sanguinolento a modo de apósito. Sin embargo existen días en los que los descubres como a un amor platónico entre el prójimo. Y te sobresaltas, te animas. Presientes su llamada al pasar a su lado, una mano invisible -como una melodía, un aroma o una luz que camina- te agarra firmemente de la barbilla y te dirige irremisiblemente a caer rendido a sus pies. No puedes bajar la mirada. Has caído en sus redes.

   Estoy hablando de los títulos de los libros: esa carta de presentación, ese nombre y apellidos, esa esencia redonda que engloba el total de una obra. Más importantes de lo que parecen a simple vista. Me consta que hay profesionales especializados en encontrar el adecuado. Auténticos zahoríes de las palabras, buscadores de oro en los territorios yermos de las extensas llanuras de las páginas. Si no que se lo digan a la estela de thrillers religioso-históricos que, lejos de apurarse en el evidente oportunismo del momento "Dan Brown" tratando tramas similares, llegaron a titular con un descaro que rayaba el insulto, siguiendo literalmente a "El Código Da Vinci": artículo definido+sustantivo misterioso+ personaje célebre; ejemplos: "EL ENIGMA VIVALDI", "LA SOMBRA DE POE", "EL MISTERIO VELÁZQUEZ". "EL SECRETO DE PICASSO". Otro caso de plagio del tipo éxito de ventas= especialización en tema + título "marca de la casa" lo trajo de la mano Stephanie Meyer y su célebre tetralogía "CREPÚSCULO". Y de nuevo, ejemplos: amores adolescentes imposibles sobrenaturales como "ETERNIDAD", "OSCUROS", "ADICCIÓN", "COLMILLOS"

   La última tendencia de best seller se la debemos al filósofo nonagenario Stephan Hessel y a su criatura "INDIGNAOS". Tema: manifiesto agitador contra la pasividad generalizada de la sociedad ante el mundo. Título: un grito, una orden, una llamada, una súplica. Sus primeros "hijitos": "REACCIONA" y "COOPERA".

   Lo paradójico de los títulos es que los catalogados de "raros" por su extrema longitud o por el mensaje extraño que transmiten funcionan bien como gancho para el gran público: "LO MEJOR QUE LE PUEDE PASAR A UN CRUASÁN", "EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE", "LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA", "LOS OJOS AMARILLOS DE LOS COCODRILOS".

   De un tiempo a esta parte, he observado que vuelven a estar de moda mis preferidos: los títulos cortos. Rotundos, firmes, únicos, perfectos. Para mí los más complicados. Son como píldoras concentradas o microchips donde se resume la intención y el significado de la obra que representan. Ejemplos, sí, cómo no: "PURGA", "DERRUMBE", "DELIRIO", "LA CENA", "LA CARTA", "LA OFENSA", "EL BAILE". "LA GAVIOTA". Acabo de recordar los best sellers "EL OCHO" y "EL MÉDICO", los clásicos "EL PROCESO", "EL PRINCIPITO", "MOMO", las recomendables "CATERVA", "IMPRIMATUR" y "AFRICANUS", la enorme "LOS MISERABLES" y la magistral "LA REGENTA".

   Para que luego digan que el tamaño importa.

   Javier G. Rey

No hay comentarios:

Publicar un comentario